Steven se levantó una mañana cualquiera pensando que todo se podía hacer. El tenía 12 años, no iba al colegio porque no había dinero para este. Desde hacía muchos años muchos niños de su comunidad no conocían lo que era un libro o para que servia, desde que al poder se sumó una de las personas más bélicas que su país pudiese haber conocido.
Mientras tanto, en un cuarto muy vistoso y ordenado se levantaba Andrés un niño de 12 años también . Debía salir al colegio, pues ya las faltas no le permitían ausentarse más. Andrés era hijo de un senador del país, estudiaba en uno de los pocos colegios que había pues era necesario tener muchos dinero para dar educación a los niños.
Un día cualquiera Andrés se escapó del colegio, pues le aburría muchos. Su destino era caminar por la ciudad y ver la parte que su padre no quería que viese. En su interior sabía que era peligroso, pues todas las noches veía en el noticiero de la ciudad las muertes y atropellos a la integridad tanto física como psicológica que se llevaban a cabo en contra de los hombres, mujeres y niños de esa comunidad.
Steven caminaba titubeante. La cesta con los alimentos que le recomendó su madre vender estaban cada vez más pesado, debe ser por que hay mucho sol, se dijo así mismo.
En una esquina Andrés paseaba cuando de pronto se golpeó en la cabeza con una cesta. Los alimentos cayeron al suelo y Steven se tiró rápidamente a recogerlos.
Perdone señor no quería hacer que sus alimentos cayesen, dijo Andrés, mirando como Steven levantaba cada trozo de pan sucio de basuras de la calle. Señor? De que está hablando? Dijo Steven, soy un niño. Andrés lo miró fijamente y sí, se dio cuenta que era un niño. Pero como es que tus padres te dejan trabajar, eso está prohibido, dijo Andrés. Pues porque mi padre ya no vive, murió en una de las tantas guerras que se agolpan en mi comunidad cuando hay escasez de alimentos, el murió para evitar que mi hermanito recien nacido no pudiera comer, dijo Steven.
Andrés calló y ayudo a su nuevo conocido a levantar el desorden.
Oye y como es por allá, por tu comunidad, preguntó Andrés.
Pues es lo que siempre he vivido. Iba a estudiar pero por las noticias dijeron que una guerra había estallado y que los niños como yo no podían estudiar, dijeron que era más importante la seguridad de los ciudadanos a que un niño aprendiera a sumar. Mi familia no tiene dinero para nada, por eso vendo esto. Mi madre debe cuidar a mis hermanitos, uno de ellos tiene lepra y siempre llora, pues le duele el bracito, eso también nos falta, no tenemos doctores para que nos ayuden. También cada 4años llega un señor nuevo a la comunidad y lleva comida y fiesta, le llamamos carnaval. El hace eso para que la gente vaya a un cuartito con un papel y lo tache con la tinta del lapicero, pero luego el no vuelve a ir, no se porque.
Andrés miró atónito a Steven, su silencio fue casi eterno. Pero y entonces como hacen, digo si es tan difícil vivir ahí por que no se van a otra parte?. Pues por que no podemos, porque el resto de la ciudad esta llena de edificios y cosas así todas grandes, y cuando uno se acerca a un parque o a un rascacielos de esos, aparece un policía y lo echa…
Andrés quería llorar, pero le pareció una falta de respeto con el niño. Bueno, me tengo que ir, me dijeron que hoy me compraban todo lo que tengo en la cesta, ojala no se den cuenta que se cayeron al piso. Bien, nos vemos, dijo Andrés.
Esa noche el niño se preguntó por que había tanta diferencia entre el y ese niño, y fue a preguntarle a su padre.
No hay tanto dinero para todos, debes comprender Andrés y pues no te preocupes que a ti no te va a pasar nada, n te faltará nada y mucha gente va a seguir tos ordenes, además que importan ellos , los que importamos somos nosotros, nosotros tenemos dinero y poder… ello no. Andrés miró a su padre con rostro de ira, no le dijo nada, solo salió de la habitación y de la casa sin que su padre se diera cuenta.
Desde ese día Andrés vive en la comunidad de Steven vendiendo alimentos raros para poder comer. Ya no estudia, ya no tiene doctores que lo curen, en ocasiones extraña lo que tenía antes, pero recuerda las palabras de su padre y se olvida de los problemas que se presentan día a día en la comunidad.
domingo, 11 de mayo de 2008
jueves, 1 de mayo de 2008
A próposito de: La tierra....
Y entonces despertó contra el asfalto, el golpe fue anestésico rotundo.
Había estado lejos, en un sitio que amó por ser utópico, pero ¿fue real?. Un raro presentimiento lo mantenía en ese sitio aún después de haber salido de él. Miró hacia arriba, era tarde o muy temprano. No estaba seguro. En este monumento al sistema no hay días, no hay noches, escasamente hay segundo y a esos segundos se les exprime lo que queda para vivir.
Aquí no se vive, no hay vida.
Maniquíes de un sentido común adiestrado, no la entendimos, tan sólo la destruimos. Distinto de allí, ¿Lo había soñado, lo había imaginado, el imaginado sería él? Abrumado por dudas, no tuvo más remedio que correr. Desesperado, queriendo escapar de sí mismo, gritó:
-¡¿Dónde?! ¡Dónde quedó todo! ¡El agua, el aire, la luz, las nubes, la vida!...
De nuevo cayó sobre el asfalto; al principio, callado, poco a poco se convirtió en un sollozo, luego entró en pánico. Alguien lo recogió, no tuvo fuerzas ni para abrir los ojos. No recordaba nada tan sólo el verde, el verde sobrecogedor de la vida. Estaba seguro de que no fue un sueño.
-Había verde, lo vi. Había agua y luz… y aves.
-Lo sé, yo también estuve allí, antes de ser construido el laberinto.
Lo impactante de la respuesta lo sustrajo de sopor. “Es real entonces” pensó. Miró lentamente a su interlocutor, un hombre de alrededor de 60 años, sonrisa apacible y mirada triste.
-¿Dónde están?
-¿Qué?
-Las aves
-Fueron prohibidas. Los parques impedían el progreso y ellas, sin hogar, fueron cautivas y al ser liberadas murieron intentando salir de esta selva de cemento. Se pudrieron en las calles, ante la total indiferencia de la metrópoli.
Miró por la ventana y se hundió en un pensamiento rotundo. “Es mentira, yo las vi”
-¿A donde vamos?
-Fuera de este sitio. A tu sueño más exactamente.
-¿Es lejos?
-Fuera del sistema. Pocos lo consiguen.
-Había animales y lluvia ¿donde están?
-Ya no existen. Por lo menos no aquí. Huyeron del progreso que mataba sus almas y las convertía en caníbales fantasma. Lejos del entendimiento. Ahí están.
El auto se detuvo. Miró de nuevo por la ventana y no pudo contener una sonrisa cargada de lástima. Un grupo de personas caminaba por la acera, vestida de la misma forma y seguramente con el mismo destino.
El ya no era como ellos. Desde el mismo instante en que perdió la conciencia recobró la libertad, ansias de nuevo aire lo recorrían.
Durante días y días recorrieron la ciudad, deteniéndose únicamente para llenar el tanque de gasolina. El sólo soñaba y ansiaba, añoraba y se perdía en sus sueños. ¿Cómo habían llegado hasta este punto?
Diferente a la leyenda de minos, el monstruo construyó su laberinto para protegerse del exterior, ó a aquello externo de su ser, ¿más quién o qué lo salvaría de él mismo?
Estaba cansado. El paisaje era frío y su especie ajena.
-No duermas. No despertarás, no podrás-
-No quiero despertar de nuevo en este sitio.
Cerró los ojos y sintió las aves resucitar de golpe, nacieron bosques a sus pies y se elevó ya sin peso. No más frío, no más impureza tan sólo luz.
Había estado lejos, en un sitio que amó por ser utópico, pero ¿fue real?. Un raro presentimiento lo mantenía en ese sitio aún después de haber salido de él. Miró hacia arriba, era tarde o muy temprano. No estaba seguro. En este monumento al sistema no hay días, no hay noches, escasamente hay segundo y a esos segundos se les exprime lo que queda para vivir.
Aquí no se vive, no hay vida.
Maniquíes de un sentido común adiestrado, no la entendimos, tan sólo la destruimos. Distinto de allí, ¿Lo había soñado, lo había imaginado, el imaginado sería él? Abrumado por dudas, no tuvo más remedio que correr. Desesperado, queriendo escapar de sí mismo, gritó:
-¡¿Dónde?! ¡Dónde quedó todo! ¡El agua, el aire, la luz, las nubes, la vida!...
De nuevo cayó sobre el asfalto; al principio, callado, poco a poco se convirtió en un sollozo, luego entró en pánico. Alguien lo recogió, no tuvo fuerzas ni para abrir los ojos. No recordaba nada tan sólo el verde, el verde sobrecogedor de la vida. Estaba seguro de que no fue un sueño.
-Había verde, lo vi. Había agua y luz… y aves.
-Lo sé, yo también estuve allí, antes de ser construido el laberinto.
Lo impactante de la respuesta lo sustrajo de sopor. “Es real entonces” pensó. Miró lentamente a su interlocutor, un hombre de alrededor de 60 años, sonrisa apacible y mirada triste.
-¿Dónde están?
-¿Qué?
-Las aves
-Fueron prohibidas. Los parques impedían el progreso y ellas, sin hogar, fueron cautivas y al ser liberadas murieron intentando salir de esta selva de cemento. Se pudrieron en las calles, ante la total indiferencia de la metrópoli.
Miró por la ventana y se hundió en un pensamiento rotundo. “Es mentira, yo las vi”
-¿A donde vamos?
-Fuera de este sitio. A tu sueño más exactamente.
-¿Es lejos?
-Fuera del sistema. Pocos lo consiguen.
-Había animales y lluvia ¿donde están?
-Ya no existen. Por lo menos no aquí. Huyeron del progreso que mataba sus almas y las convertía en caníbales fantasma. Lejos del entendimiento. Ahí están.
El auto se detuvo. Miró de nuevo por la ventana y no pudo contener una sonrisa cargada de lástima. Un grupo de personas caminaba por la acera, vestida de la misma forma y seguramente con el mismo destino.
El ya no era como ellos. Desde el mismo instante en que perdió la conciencia recobró la libertad, ansias de nuevo aire lo recorrían.
Durante días y días recorrieron la ciudad, deteniéndose únicamente para llenar el tanque de gasolina. El sólo soñaba y ansiaba, añoraba y se perdía en sus sueños. ¿Cómo habían llegado hasta este punto?
Diferente a la leyenda de minos, el monstruo construyó su laberinto para protegerse del exterior, ó a aquello externo de su ser, ¿más quién o qué lo salvaría de él mismo?
Estaba cansado. El paisaje era frío y su especie ajena.
-No duermas. No despertarás, no podrás-
-No quiero despertar de nuevo en este sitio.
Cerró los ojos y sintió las aves resucitar de golpe, nacieron bosques a sus pies y se elevó ya sin peso. No más frío, no más impureza tan sólo luz.
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