Y entonces despertó contra el asfalto, el golpe fue anestésico rotundo.
Había estado lejos, en un sitio que amó por ser utópico, pero ¿fue real?. Un raro presentimiento lo mantenía en ese sitio aún después de haber salido de él. Miró hacia arriba, era tarde o muy temprano. No estaba seguro. En este monumento al sistema no hay días, no hay noches, escasamente hay segundo y a esos segundos se les exprime lo que queda para vivir.
Aquí no se vive, no hay vida.
Maniquíes de un sentido común adiestrado, no la entendimos, tan sólo la destruimos. Distinto de allí, ¿Lo había soñado, lo había imaginado, el imaginado sería él? Abrumado por dudas, no tuvo más remedio que correr. Desesperado, queriendo escapar de sí mismo, gritó:
-¡¿Dónde?! ¡Dónde quedó todo! ¡El agua, el aire, la luz, las nubes, la vida!...
De nuevo cayó sobre el asfalto; al principio, callado, poco a poco se convirtió en un sollozo, luego entró en pánico. Alguien lo recogió, no tuvo fuerzas ni para abrir los ojos. No recordaba nada tan sólo el verde, el verde sobrecogedor de la vida. Estaba seguro de que no fue un sueño.
-Había verde, lo vi. Había agua y luz… y aves.
-Lo sé, yo también estuve allí, antes de ser construido el laberinto.
Lo impactante de la respuesta lo sustrajo de sopor. “Es real entonces” pensó. Miró lentamente a su interlocutor, un hombre de alrededor de 60 años, sonrisa apacible y mirada triste.
-¿Dónde están?
-¿Qué?
-Las aves
-Fueron prohibidas. Los parques impedían el progreso y ellas, sin hogar, fueron cautivas y al ser liberadas murieron intentando salir de esta selva de cemento. Se pudrieron en las calles, ante la total indiferencia de la metrópoli.
Miró por la ventana y se hundió en un pensamiento rotundo. “Es mentira, yo las vi”
-¿A donde vamos?
-Fuera de este sitio. A tu sueño más exactamente.
-¿Es lejos?
-Fuera del sistema. Pocos lo consiguen.
-Había animales y lluvia ¿donde están?
-Ya no existen. Por lo menos no aquí. Huyeron del progreso que mataba sus almas y las convertía en caníbales fantasma. Lejos del entendimiento. Ahí están.
El auto se detuvo. Miró de nuevo por la ventana y no pudo contener una sonrisa cargada de lástima. Un grupo de personas caminaba por la acera, vestida de la misma forma y seguramente con el mismo destino.
El ya no era como ellos. Desde el mismo instante en que perdió la conciencia recobró la libertad, ansias de nuevo aire lo recorrían.
Durante días y días recorrieron la ciudad, deteniéndose únicamente para llenar el tanque de gasolina. El sólo soñaba y ansiaba, añoraba y se perdía en sus sueños. ¿Cómo habían llegado hasta este punto?
Diferente a la leyenda de minos, el monstruo construyó su laberinto para protegerse del exterior, ó a aquello externo de su ser, ¿más quién o qué lo salvaría de él mismo?
Estaba cansado. El paisaje era frío y su especie ajena.
-No duermas. No despertarás, no podrás-
-No quiero despertar de nuevo en este sitio.
Cerró los ojos y sintió las aves resucitar de golpe, nacieron bosques a sus pies y se elevó ya sin peso. No más frío, no más impureza tan sólo luz.
jueves, 1 de mayo de 2008
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